CLAUDIO MONTEVERDI (1567-1643)

I. Primo Libro dei Madrigali, 1587

Ch’ami la vita mia
Se per avervi, ohimè
A che tormi il ben mio
Amor, per tua mercé
Baci soavi e cari
Se pur non mi consenti
Filli cara ed amata
Poiché del mio dolore
Fumia la pastorella
Se nel partir da voi
Tra mille fiamme
Usciam, ninfe, omai
Questa ordì il laccio
La vaga pastorella
Amor s’il tuo ferire
Donna s’io miro voi
Ardo, sì, ma non tanto

II. Nono Libro dei Madrigali, 1651

Bel pastor
Zefiro torna
Alcun non mi consigli
Di far sempre gioire Amor
Quando dentro al tuo seno
Non voglio amare
Com’è dolce oggi l’auretta
Alle danze, alle gioie
Perché se m’odiavi
Sì, sì, ch’io v’amo
Su, su, pastorelli vezzosi
O mio bene, o mia vita

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Acerca de este CD

Al reunir el primero y el último libro de los madrigales monteverdianos, uno se pregunta si existe un denominador común capaz de abarcar en toda su extensión semejante periplo, cuya duración rebasa el medio siglo. El propio Monteverdi nos ofrece tal vez una pista en una carta fechada en diciembre de 1616,donde escribe: "¿Cómo podré imitar yo el dialogar de los vientos si no hablan?, ¿cómo podré yo a través de ellos mover los afectos?" El amor a la palabra es lo que guía precisamente al compositor a lo largo de su trayectoria. El mundo, los sentimientos, la vida entera, se revelan como un flujo continuo de palabras cantadas, gritadas, murmuradas, silenciadas o soñadas. Su ritmo, sonoridad y color son, para él, manifestación directa de la movilidad de afectos y emociones, materia prima sobre la que el músico ha de trabajar.

Publicado en 1587 en Venecia por Angelo Gardano, el Primer libro de madrigales a cinco voces constituye el punto de partida de una exploración que cambiaría en las décadas siguientes la cara del género, transitando por horizontes nuevos en los que no sólo la música sino la misma visión del mundo quedaría modificada de manera irremediable.

El viaje monteverdiano por el madrigal se termina con un capítulo póstumo y, en algunos aspectos, postizo. Publicado por Alessandro Vincenti en 1651, el Noveno libro se gestó fuera del control del compositor, fallecido ocho años antes. La iniciativa nacía del deseo del propio Vincenti de explotar el tirón que el nombre del músico aún podía ofrecer...