¿Cómo ha ido evolucionando con el paso de los años su forma de abordar las sinfonías de Beethoven?
Éste es un tema que forma parte sustantiva de la orquesta: cuando empezamos, no teníamos un repertorio definido sobre el que trabajar. Por lo tanto, debíamos plantear y trabajar cada obra que elegíamos a la vieja usanza. Durante años así lo hicimos, nunca interpretando más de una sinfonía de Beethoven al año, y la tocábamos una y otra vez. Por lo tanto, nos ha llevado doce años completar el ciclo con la Novena. Si revisitas estas obras al cabo de muchos años, las cosas cambian: los tempi se ven alterados y aunque siempre hemos sido muy críticos con los directores que, tras un período de tiempo, vuelven a regrabar las mismas obras, ahora vemos las cosas (tanto los miembros de la orquesta como yo mismo) de un modo distinto, y pensamos que es buena idea retomar las sinfonías de nuevo. Frans Brüggen, no obstante, aún no está convencido, pero entre todos le estamos presionando para poder volver a grabar el ciclo completo. Y podemos considerarnos afortunados al disponer ahora de la nueva y brillante edición Bärenreiter de las sinfonías a cargo del musicólogo Jonathan Del Mar, quien ha hecho lo que pocos hacen hoy en día: acudir a las bibliotecas y sumergirse a fondo en las partituras (lo cual constituye una de las críticas más severas de Frans a los actuales directores de moda). Gracias a este proceder han sido detectados numerosos errores en las ediciones previas. Claro está que no se trata de errores de peso, pero si se cogen y se ponen juntos se descubre que hay consignados una gran cantidad de pequeños signos sobre la retórica y la dinámica, incluso a veces pequeñas anotaciones, que en las ediciones anteriores habían sido incorrectamente interpretadas. Ahora, por suerte, esos errores se han rectificado y con ello las sinfonías han alcanzado un mayor grado de perfección.
¿De qué manera entiende ahora Frans Brüggen estas sinfonías?
De lo que me doy cuenta es que estas partituras han madurado poco a poco en nuestro interior, lo que hace diferentes los resultados obtenidos entonces de los actuales. En cierto modo es como hacerse mayor: aunque uno cuente la misma historia, con el paso del tiempo el enfoque varía a los veinte, cuarenta o sesenta años; dependiendo del caso la historia se evocará de un modo diferente. Esta madurez se asocia también a los conocimientos adquiridos. Frans es un director sumamente estudioso: nunca te lo encontrarás cenando por ahí o en una fiesta. Se pasa el tiempo estudiando. Es consciente de que puede desempeñarse con brillantez en un repertorio concreto (el que media entre 1730 y 1830), pero fue él quien se marcó unos límites y quien se concienció del grado de implicación que debía invertir en lo que le apetecía abordar. Brüggen es la suma de una curiosa mezcla de musicalidad natural y de aprendizaje y trabajo arduos…
En relación con el próximo lanzamiento de los Conciertos para violín de Mozart, ¿cómo se produjo el contacto con Thomas Zehetmair?
Fue Thomas quien lo inició (Frans y él se conocieron hace tiempo en la Tonhalle de Zúrich y tocaron juntos durante quince años) al comentarle a Brüggen que todo el mundo pensaba que él sólo mostraba interés por la música contemporánea, lo cual no es cierto. Frans lo invitó a tocar y grabar el concierto de Beethoven (que Philips editó hace algún tiempo), lo que supuso para nosotros un momento tremendamente emocionante. Thomas es un gran intérprete: no pierde el tiempo hablando, simplemente permanece de pie, pero aún así la cosa funciona entre Frans y él. De vez en cuando nos apetece trabajar con otras personas, algo que Frans incentiva, y al planear la gira por América del Sur Thomas aceptó nuestra propuesta de figurar como director invitado (volar no es uno de los fuertes de Frans) y se encargó de dirigir tres de los conciertos para violín de Mozart. Fue algo que nos agradó mucho y decidimos grabarlos para Glossa. En el ciclo de cinco conciertos, tres de ellos cuentan con Thomas como Konzertmeister, y dos de ellos los grabamos con Frans; la Sinfonia concertante, que cierra el ciclo, cuenta con la colaboración de la mujer de Thomas, Ruth Killius. Por lo que a mí respecta pienso que estas interpretaciones difieren de las tradicionales en cuanto que resultan más transparentes al carecer de vibrato, hacen gala de tempi diferentes y definen una implicación diferente del solista. Puede que ahora nuestras audiciones mutuas sean más productivas. Puede que sea el resultado de todo este tiempo de amistad y trabajo conjunto tan meditado e intenso.
¿Cómo se las apaña la orquesta para mantener viva la energía creativa después de tantos años?
Frans Brüggen y un servidor fundamos la orquesta en 1981 (yo en calidad de musicólogo) y desde el principio quisimos ser como una banda familiar: no organizamos audiciones, no pretendemos ser más jóvenes de lo que somos, y es un hecho que la media de edad tiende al alza. Al ser Frans el mayor de nosotros decidimos proseguir al ritmo que él marcara. Cuando Frans decida parar, todos nos pararemos con él y será entonces cuando nos convirtamos en historia. Somos un pequeño círculo de amigos de veintitrés países diferentes. Nos reunimos cuatro o cinco veces al año en Amsterdam, ensayamos y a continuación salimos de gira. Luego volvemos a casa y nos centramos en nuestras cosas, con lo cual esta actividad nunca se vuelve aburrida. Siempre nos causa sorpresa, o nos parece milagroso, el hecho de vernos las caras tras dos meses de ausencia. Me da la sensación de que el secreto de nuestra gran relación depende de tres factores: en primer lugar, el repertorio (hemos de ser modestos, es mucho más cómodo viajar por ahí con el nuestro que a cuestas con Brian Ferneyhough o Sciarrino). En segundo, Frans. Si después de veintisiete años todavía sigues queriendo a tu maestro y te dejas inspirar por él, debe ser cosa de magia, porque por lo general uno acaba frustrado con los directores. El tercer pilar de nuestra existencia es el propio hecho de no tocar continuamente, sino de prepararnos bien; los músicos saben con bastante antelación cuándo deben hacerle un hueco a la orquesta en sus agendas. Conformamos un grupo atípico: todos ganamos lo mismo, si bien yo pago los vuelos, los hoteles y las dietas y el resto se divide a partes iguales entre los cincuenta que somos. Así que incluso Frans, o Thomas Zehetmair, o Simon Rattle (quien una vez trabajó con nosotros), siempre se llevan la misma cantidad.
Mark WigginsTraducción de David Rodríguez Cerdán © 2008 Diverdi / Glossa Music